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Mujeres indígenas que resisten: formas de participación política desde lo cotidiano y lo comunitario

“Uno de los principales daños del racismo a las mujeres indígenas es que nos han hecho creer que nuestras vidas no importan”, sentenció Judith Bautista Pérez, mujer zapoteca que decidió hacer estudios superiores para obtener herramientas y poder responder a la pregunta de por qué el Estado ha atacado sistemáticamente a las naciones indígenas a lo largo de la historia.

Esta afirmación fue una de las ideas que se expresó en una charla que la también directora del Colectivo para Eliminar el Racismo, Copera A.C., ofreció como cierre del curso-taller “Introducción a los derechos de las mujeres de pueblos originarios y su ejercicio”, promovido por activistas y académicas indígenas de San Luis Potosí y que fue auspiciado por el Ayuntamiento de la Capital, el Poder Judicial y El Colegio de San Luis. 

Bautista recordó que el racismo se puede definir como una serie de prácticas que se concreta y deja ver cómo un sistema de valores de un grupo humano se impone sobre otros con la finalidad de ordenar y clasificar a la población. En este sentido, la idea del mestizaje y de lo “mexicano” que históricamente ha sostenido el Estado, deja al margen las prácticas y formas de pensamiento indígenas. 

Lo anterior nos habla de un racismo estructural e institucionalizado en nuestro país; ya que para la activista zapoteca toda la estructura del Estado mexicano está construida desde la desvalorización de lo indígena, lo cual es útil porque “si se deslegitima algo, es más fácil imponer una lógica de relaciones económicas y políticas que legitiman y normalizan el despojo”; concluyó.  

Sobre la participación política de las mujeres indígenas, comentó que la desvalorización de lo indígena está incluida también en la forma en cómo el sistema nos impone la idea de democracia electoral como el único camino para la participación política, dejando de lado que las comunidades hacen política desde espacios cotidianos como el trabajo y la fiesta. 

En este sentido, las mujeres indígenas no son pasivas políticamente hablando, ya que además de ocupar puestos públicos, participan activamente de la vida comunitaria en labores como la crianza, el bordado, el acarreo de agua y en otras actividades que son necesarias para sostener la vida. Desde ahí se construyen otras formas de pensar lo político.  

Judith Bautista agregó que desde el Estado y el sistema hay una insistencia en el tutelaje de las mujeres indígenas que incluso viene desde los activismos y la academia. “Nos ven y automáticamente piensan que debemos ser tuteladas, que no tenemos agenda, que no sabemos. Eso nos quita la voz, deslegitima nuestra voz”.

Finalmente invitó a reflexionar sobre la manera de construir formas diversas y disidentes de participación. Señaló  que le han quitado potencia política al trabajo que hacen y agregó que a pesar de que sus voces han sido utilitarias para las instituciones y la academia, ellas siguen buscando alianzas y diálogo. “Las mujeres indígenas y afrodescendientes en México están demostrando que se puede construir y modelar alianzas”, afirmó.

Bautista concluyó diciendo que este capitalismo que despoja y devora no puede ser cuestionado desde el mismo sistema que lo engendra y cuestionó que si sus formas de vida y pensamiento indígena no fueran valiosas “entonces ¿por qué el sistema  invierte tanto en destruirlas y desprestigiarlas?”